Junto a ti, tenías a una persona que, quizás, estaba buscando servirte genuinamente con su conocimiento y experiencia, pero que la forma en la que lo hizo te incomodó mucho más de lo que te ayudó.
Cuando estamos buscando convencer y motivar a alguien para que lleve al cabo alguna acción benéfica para él mismo como:
- Inspirar a tu equipo de trabajo a dar mejor servicio.
- Impulsar a nuestros hijos a esforzarse en la escuela.
- Persuadir a tu mejor amigo para que deje de fumar.
Es muy común que cometamos el error que hizo este hombre: hacer que todo se trate de ti y perder de vista las necesidades de la otra persona.
Aunque tus intenciones sean buenas, tus resultados pueden ser todo lo contrario.
Servir a otra persona, implica estar dispuesto a desprenderte de tu ego y hacer aquello que a ella la haga sentir mejor (esto implica, a veces, evitar hablar de ti y demostrar por qué el camino que tú seguiste es el adecuado).
En las empresas, es muy común encontrar líderes que están tan enamorados de la forma en la que ellos lograron sus metas que no conciben la posibilidad de que los miembros de su equipo puedan seguir un camino distinto y terminan por restringir sus pasos y limitar su éxito.