El día de ayer, mi hijo de un año comenzó a caminar.
Me senté en el piso frente a él y, al soltarse de los brazos de su mamá, caminó hacia mí.
Cuando lo vi caminando por primera vez me emocioné muchísimo y, buscando que caminara un poco más, comencé a hacerme para atrás (como seguramente te hicieron a ti cuando eras bebé).
Al abrazarlo, feliz por su logro, pensé que esa experiencia que vivió mi hijo, al ver a su objetivo alejarse cuando estaba a punto de alcanzarlo, se parece a lo que vivimos cada uno de nosotros todos los días.
Vivimos buscando lograr objetivos:
- Mejorar nuestros ingresos.
- Bajar de peso.
- Obtener un mejor trabajo.
- Alcanzar mayor salud y bienestar.
- Tener mejores relaciones con nuestros seres queridos.
Etcétera.
Pero, cada vez que alcanzamos una meta, nosotros mismos ponemos la siguiente (y a veces, inconscientemente, comenzamos a demeritar el logro que acabamos de tener).